El regreso del Barcelona al Ciudad de Valencia no fue un paseo. El Levante, como de costumbre, convirtió su estadio en un muro difícil de derribar. La primera parte fue un auténtico calvario para el equipo de Hansi Flick, que vio cómo los locales se adelantaban con un penalti y luego ampliaban con una volea imposible de atajar para Joan García, quien poco pudo hacer para evitar el 2-0 al descanso.
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La segunda mitad fue otra historia. Con orgullo y presión alta, el Barça encontró aire en los pies de Pedri, que recortó distancias, y luego en Ferran Torres, que puso el empate. El dominio azulgrana fue total con 83% de posesión, 761 pases y 26 disparos. A pesar de ese control, la defensa del Levante resistía y los minutos finales parecían condenar a los catalanes a un simple empate.
Yamal puso el centro que terminó en el autogol decisivo.Pero apareció el joven Lamine Yamal, quien en el tiempo extra lanzó un centro venenoso al área que terminó en autogol, desatando la locura culé y silenciando a la grada. Fue un golpe durísimo para el Levante, que había soñado con amargar la noche a los azulgranas.
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El triunfo deja al Barça con una lección clara, la posesión no siempre garantiza comodidad y cada visita a Valencia sigue siendo un examen de carácter.


