Era 2008 cuando un joven de Pato Branco, Brasil, asombró al mundo con una jugada mágica ante Suecia. Alexandre Pato, apenas con 18 años, se robó los titulares y los corazones de los fanáticos. En ese momento, el fútbol creyó estar frente a un nuevo Ronaldo. Dunga lo dijo sin tapujos: “No es un talento normal”. Tenía razón, aunque el destino no jugaría a su favor.
Alexandre Pato prime foi uma alienação coletiva!
— Futebol Breaking (@FutebolBreaking) October 18, 2025
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Pato llegó al AC Milan con la mirada brillante y el sueño de conquistar Europa. En el camerino, se sentaba entre Paolo Maldini y Ronaldo, y era apadrinado por Kaká. Todo pintaba para leyenda. Sus primeros años fueron una joya con goles, trofeos y elogios.
Pero en 2010 empezó la pesadilla, lesiones musculares que lo alejaron de las canchas y del Mundial que tanto soñaba. El fútbol europeo lo vio apagarse poco a poco.
En Brasil, su regreso al Corinthians terminó mal, con una hinchada que no le perdonó ni el penal “a lo Panenka” que costó la eliminación en Copa. Sus compañeros casi lo golpean, y su carrera nunca volvió a ser la misma.
Pasó por el Chelsea, el Villarreal y hasta por China, donde volvió a sonreír con goles y lujos. Pero su vida fuera del campo también fue noticia, matrimonios fugaces, fiestas con Ronaldinho y el escándalo con Barbara Berlusconi, hija del ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Se convirtió en un tema recurrente en los medios italianos. Aunque al principio fue vista como una historia de amor entre una figura pública del fútbol y una de las familias más poderosas de Italia, la relación no perduró. Después de dos años y medio juntos, la relación terminó, dejando un rastro de rumores sobre las razones detrás de su ruptura.
Hoy, a sus 35 años, Alexandre Pato es un recuerdo de lo que pudo ser. Vive tranquilo, sin el ruido del fútbol, pero con la certeza de haber tocado el cielo… aunque fuera solo por un rato.


