Las sombras que oscurecieron al movimiento católico Sodalitium Christianae Vitae parecen disiparse parcialmente, pero la controversia aún arde. El Papa León XIV, quien asumió un papel clave en la desarticulación de este grupo tras décadas de abusos físicos, sexuales y espirituales, enfrenta ahora su propio juicio mediático.

Paradójicamente, las víctimas del Sodalicio han salido a la defensa del pontífice, atribuyéndole gestos de humanidad que contrastan con la indiferencia mostrada por otros altos cargos eclesiásticos.

Desde Perú, donde Robert Prevost fue obispo en 2018, comenzaron a escucharse las primeras voces. José Rey de Castro, exmiembro del Sodalicio que pasó 18 años trabajando para su líder Luis Fernando Figari, cuenta que Prevost los recibió, los escuchó y llevó sus denuncias al Vaticano. “Él fue el primero en mirar nuestros testimonios con seriedad”, asegura. Este acercamiento no solo les brindó una esperanza renovada, sino que también desencadenó reparaciones económicas por los daños causados.

El punto de quiebre llegó en 2022, cuando Prevost facilitó un encuentro clave entre las víctimas y el Papa Francisco, que resultó en una investigación oficial del Vaticano. La presión derivada de este encuentro llevó a la supresión del Sodalicio a principios de 2025, decisión que marcó un antes y un después en la historia reciente de la Iglesia católica.
Hoy, mientras se investiga el historial de León XIV respecto al manejo de casos de abuso, los sobrevivientes insisten en que él fue quien dio el primer paso para visibilizar sus sufrimientos. ¿Un gesto calculado o la señal de un cambio profundo? Lo cierto es que el relato de estas víctimas revela una historia que desafía los prejuicios y obliga a mirar más allá del sensacionalismo: detrás de la figura papal se esconde un hombre que, según ellos, decidió escuchar cuando otros se negaron.