La mañana de este domingo 18 de mayo, la Plaza de San Pedro fue testigo de un momento histórico para la Iglesia católica. Miles de fieles, venidos desde los cinco continentes, se congregaron bajo el cielo romano para presenciar la misa de investidura del papa León XIV, una ceremonia que marca oficialmente el inicio de su pontificado.
El evento, celebrado justo diez días después de su elección como sumo pontífice, desbordó de emoción y simbolismo. Con banderas de distintos países ondeando al viento, la plaza se convirtió en un escenario de unidad espiritual y devoción universal.
La misa fue presidida por el propio León XIV, quien, vestido con los ornamentos tradicionales del cargo, fue recibido con una ovación por parte de los presentes. Durante la ceremonia, se llevó a cabo el rito de obediencia, en el que los cardenales se acercaron uno a uno para jurar lealtad al nuevo líder de la Iglesia. Este gesto, cargado de solemnidad, representa la aceptación oficial del nuevo papa como guía supremo de los católicos en todo el mundo.

En su primera homilía como pontífice, León XIV hizo un llamado a la paz, la compasión y el compromiso con los más necesitados. “No teman al futuro. Caminemos juntos como pueblo de Dios, con valentía y ternura”, expresó con voz firme, pero cercana, arrancando aplausos espontáneos entre los asistentes.
El nuevo papa, cuya elección ya ha generado expectativas por su estilo sencillo y enfoque pastoral, inicia su pontificado en un momento en que la Iglesia enfrenta grandes desafíos, desde las tensiones geopolíticas hasta los debates internos sobre modernización y tradición.
La ceremonia fue transmitida en vivo por cadenas de televisión y plataformas digitales a nivel mundial, permitiendo que millones de fieles pudieran acompañar la investidura desde sus hogares.
Al final de la misa, el papa León XIV bendijo a la multitud desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, cerrando con el tradicional Urbi et Orbi, el mensaje dirigido “a la ciudad y al mundo”.