El día de ayer, Panamá conmemoró el Día Nacional de las Cuencas Hidrográficas. Pero más allá de actos simbólicos, esta fecha debe dejarnos una inquietud persistente en cada uno de nosotros ¿Estamos haciendo lo suficiente para proteger nuestras fuentes de agua?

Las cuencas hidrográficas son el corazón de nuestros ecosistemas.
De ellas fluye la vida, abastecen a plantas potabilizadoras, sostienen la agricultura, los bosques y nuestras ciudades. Sin embargo, los signos de deterioro son alarmantes. La contaminación del río La Villa en Azuero, por ejemplo, no es un hecho aislado, sino el reflejo de décadas de desidia, inconciencia ciudadana, deforestación y uso irresponsable del suelo.

El Ministerio de Ambiente ha iniciado acciones concretas, monitoreo, reforestación, viveros comunitarios, pero estos esfuerzos necesitan respaldo social y político. No basta con leyes; hace falta compromiso real de parte de todos los que vivimos en un país bendecido con fuentes de agua dulce, desde el gobierno local hasta el ciudadano común.
El agua no puede seguir esperando.
Las cuencas no se restauran con discursos envueltos en utopías, sino con acción colectiva, técnica y sostenida. Hay que actuar ahora, con autocrítica y mirar hacia adelante con decisión. Seria una irresponsabilidad postergar los correctivos necesarios, porque para mañana puede ser demasiado tarde. Proteger las cuencas es proteger nuestro futuro. La urgencia es ahora.