La tragedia del pabellón 14 de La Joyita marca, junto a la recordación de los 30 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá, un diciembre triste, doloroso y reflexivo.
La muerte de los 14 reos de una misma banda criminal y los heridos no debió ocurrir, pero es una prueba de cómo opera el país hasta dentro de las cárceles.
Tradicionalmente las cárceles han sido usadas como depósitos de personas, sin ningún programa de resocialización y es un secreto a voces que allí hay corrupción y hasta malas prácticas oficiales de permitir que los internos reciban televisores, abanicos, equipos de sonido y toda una serie de comodidades en los pabellones que se han convertido en centros de operaciones de las pandillas, como si estuvieran en sus violentos barrios.
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El Gobierno tiene la oportunidad de limpiar el Sistema Penitenciario, que ha sido usado siempre como una cuota política o un sitio de exilio y castigo para funcionarios y policías con procesos de investigación. Ya la matanza se dio y queda corregir profundamente para que nunca más este horror se repita.



