(Monserrat Alzamora, colaboración). Hoy, como cada 23 de abril, se celebra el Día Internacional del Libro, y para que la fecha no pasara desapercibida en medio de la pandemia del coronavirus, mi jefe me pidió que escribiera un artículo.
Pues bien, luego de mucho pensarlo, decidí que no quería escribir la típica nota señalando por qué se conmemora esta fecha y quién la inventó, sino que prefiero contarles algo sobre mi experiencia con la lectura. Sí, esa actividad que hacemos los seres humanos cuando pasamos los ojos sobre cualquier material escrito.
Hace años, siendo una adolescente, le pregunté a mi mamá de dónde me venía la afición por la lectura (ya para entonces, había leído La hojarasca, Los funerales de la Mamá Grande, Las mil y una noches, entre muchos otros libros, y cuanto material caía en mis manos sobre mitología griega y romana). Mi interrogante se debía más que nada a que en mi casa abundaban los libros, las enciclopedias, las revistas (sobre todo la española Hola, favorita de mi madre), novelas de vaqueros (esas chiquitas que cabían en el bolsillo trasero del pantalón), pero jamás veía a nadie de mi familia que se ocupara de leerlos.
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Mi mamá, con la sabiduría que poseen todas las madres, dedujo que seguramente mi amor por los libros lo había heredado de mi abuelo paterno, un señor alto y delgado, oriundo de las montañas de Coclé que, a falta de una educación formal, decidió que los libros le darían la instrucción que no pudo conseguir en una escuela.
Cierta o falsa la respuesta de mamá Aura, la verdad es que a lo largo de mi vida he tenido muchas aficiones, unas más duraderas que otras, pero la única que se ha mantenido inalterable ha sido leer. No he encontrado en ninguna otra actividad la emoción y la satisfacción que he encontrado en las palabras escritas. Yo, como Neruda, amo las palabras, esas que “brillan como perlas de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío…”, pero también las que se dicen bajito cuando se reza una oración, las que cantan los niños en las escuelas, entonando la primera canción que les enseña su maestra, las que se desprenden de las páginas de los libros, esas que gritaba Don Quijote al enfrentarse a los molinos de viento.
Fue precisamente porque un 23 de abril murió el autor del Quijote, Miguel de Cervantes Saavedra, que se celebra el Día Internacional del Libro. Ese señor español al que le faltaba una mano, pero le sobró talento para contarnos la más maravillosa historia de la literatura universal.
Que esta cuarentena sirva para que te reencuentres con los libros, los que tengas en tu casa o los que puedas encontrar en internet. Actualmente hay montones de sitios donde puedes descargarlos de manera gratuita.
Lee, siente, disfruta...