Cuando el “solo un videíto más” se vuelve una costumbre, la mente de los jóvenes panameños les toca pagar peaje en un viaje que podría ser una pesadilla.
Ni en la mesa se desconecta, el celular ya ocupa el puesto del plato favorito de una generación distraída.Actualmente las señales de alerta se disparan con el desvelo crónico, bajón en las calificaciones, irritabilidad, aislamiento y cambios bruscos de ánimo. Una madre panameña muy preocupa comenta: “Mi hija ya no duerme sin el celular debajo de la almohada”. Ella no está sola. Panamá arrancó el año 2025 con un total aproximado de 5.40 millones de celulares activos, registrando un promedio de 2.85 millones de identidades activas en redes sociales, 62.7% de la población , y la franja adolescente vive más tiempo en las pantallas que practicando algún deporte u otra actividad al aire libre. (de acuerdo al DataReportal – Global Digital Insights)
🧠💚 10 de octubre | Día Mundial de la Salud Mental
— CanalSur (@canalsur) October 4, 2025
Visibilizar lo invisible, cuidar lo esencial.
La salud emocional de niños y jóvenes es prioridad: deporte, socialización y equilibrio digital.
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Los servicios de salud sienten el golpe
En la Policlínica de Arraiján, el equipo de salud mental remite tres adolescentes por semana por ideación suicida. Psiquiatría atiende ≈300 consultas mensuales y Psicología supera las 150 casos, además de evaluaciones o chequeo rápidos de enfermería. “Llegan agotados, con sueño roto, ansiedad y conflictos en casa por el uso del teléfono”, admiten desde el personal de salud. (de acuerdo a CSS Noticias en octubre 2024)
Ni jugando ni comiendo, el celular ya se volvió su mejor amigo. Una escena cada vez más común en los hogares panameños.El Ministerio de Salud ya había encendido la luz amarilla en 2024: 7.4% de los pelados de 6 a 11 años presenta TDAH, que es el Trastorno de déficit de atención e hiperactividad (unos 32,500 niños registrados). El trastorno existe de antes, sí, pero la interacción descontrolada en los dispositivos electrónicos agrava la impulsividad, la inatención y el insomnio, sobre todo si no hay reglas en casa. (de acuerdo a Ministerio de Salud de Panamá)
El MIDES informó que la Línea 147 superó las 7,000 atenciones este año, y más de 40 intervenciones donde la vida de alguien estuvo en riesgo, confirmando el grave problema a que esta expuesta la juventud. (de acuerdo al MiDes)
📍NIÑOS, PANTALLAS y REDES
— Javier 🇺🇾 (@javierellob0) September 9, 2025
SOCIALES.📌
Lo que empezó como entretenimiento hoy se ha convertido en un problema silencioso: cada vez más niños y adolescentes están enganchados al móvil, a las pantallas y a las redes.
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Carlos O. pic.twitter.com/jpTB7kMflW
La engañosa asociación de la felicidad y la dopamina
Muchos erróneamente llaman a la dopamina, la hormona de la felicidad cuando en realidad se asocia más es al deseo. Detrás del gusto por revisar el celular cada cinco minutos hay una sustancia trabajando sin descanso: la dopamina, el mensajero del placer en el cerebro. Cada vez que un chico recibe un “like”, un mensaje o un nuevo seguidor, se libera una pequeña dosis de dopamina. Es como una chispa de satisfacción instantánea… pero pasajera.
El problema es que el cerebro se acostumbra rápido a esa sensación, y cuando el estímulo baja, cuando no hay notificaciones, o nadie reacciona a sus fotos, llega el bajón, la ansiedad o la necesidad de volver a revisar. Así se forma el círculo vicioso del ‘scroll’: buscar, recibir, sentir placer y repetir.
De la risa al llanto en segundos: redes sociales y montañas rusas emocionales.En los jóvenes, donde las emociones están a flor de piel y el cerebro aún se está formando, este ciclo puede alterar el sueño, la concentración y el autocontrol. No es exageración: la dopamina convierte el celular en un gigante emocional esclavizante.
Por eso, entender este “enganche químico” no es para asustar, sino para actuar de inmediato, con más conversación, más límites o supervisión y más vida real antes de que la dopamina siga marcando el ritmo de nuestras familias.
Ahora ¿Son las redes sociales ‘las culpables’ del TDAH u otros padecimientos de salud mental?
La ciencia es clara al respecto, no hay causalidad directa; el TDAH es un trastorno del neurodesarrollo. Pero sí hay vínculo entre uso adictivo de las pantallas y los síntomas de depresión, inatención y riesgo suicida con el tiempo.
Un estudio longitudinal del programa ABCD (EE.UU.) mostró que más tiempo en redes en preadolescencia se asocia con más síntomas depresivos años después. Otra investigación reciente subraya que el daño no es solo por minutos totales, sino por patrones compulsivos que interfieren con sueño, escuela y relaciones.(de acuerdo al JAMA Network+2PMC+2)
Mientras tanto, UNICEF corrió entre el 18 de agosto y el 24 de septiembre de 2025 una Consulta Nacional sobre Salud Mental para muchachos de 10 a 24 años. El objetivo era recopilar datos locales, por provincia y su condición, que ayuden a ajustar políticas. Allí hay un punto de giro: medir bien para intervenir con más efectividad el problema.
La OMS recuerda que el suicidio es la tercera causa de muerte entre 15 y 29 años a nivel mundial, y Panamá reportó ≈113–118 muertes anuales por suicidio entre 2022–2023 (≈2.6 por 100,000). Cada cifra es una familia. Cada caso, es una urgencia. (de acuerdo al Organización Mundial de la Salud+1)
🧠💚 10 de octubre | Día Mundial de la Salud Mental
— CanalSur (@canalsur) October 4, 2025
Visibilizar lo invisible, cuidar lo esencial.
La salud emocional de niños y jóvenes es prioridad: deporte, socialización y equilibrio digital.
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¿Qué nos toca por hacer?
La lucha ya no está en las calles, sino en las casas. Los hijos de esta generación nacieron deslizando el dedo antes de aprender a escribir, y detrás de cada “like” o “vista” hay un disparo invisible de dopamina que los mantiene pegados a un ciclo sin fin: buscar, recibir y volver a buscar. El cerebro se acostumbra a esa pequeña dosis de felicidad rápida, y cuando no llega, aparece el vacío.
Los padres no pueden quedarse mirando desde la grada. Les toca jugar el partido más difícil: el de acompañar, observar y poner límites con amor. No se trata de prohibir, sino de enseñar equilibrio, de apagar el teléfono y encender la conversación, de enseñar a los pelados a distinguir lo que vale de verdad y lo que solo brilla en la pantalla.
Si no se actúa hoy, el futuro cobrará factura, con una generación dispersa, sin paciencia, con autoestima dependiente del “feed” y cerebros entrenados para el estímulo constante. Ni el Estado ni la escuela pueden solos; la primera línea de defensa está en el hogar.



