El balón rodó fuerte y con sabor a gloria en el Centro Penitenciario La Joyita, donde se vivió una final de infarto en la Liga de Fútbol “Unidos por la Paz”.
En una cancha improvisada pero llena de pasión, el Pabellón 12 levantó la copa tras vencer 2-0 al Pabellón 1, coronándose campeones en un torneo que reunió a más de 150 privados de libertad.
Lo que parecía un simple campeonato deportivo terminó siendo un ejemplo de disciplina, respeto y ganas de cambiar la historia. Organizado en conjunto por la Policía Nacional y la Dirección General del Sistema Penitenciario (DGSP), el torneo demostró que, incluso entre muros y barrotes, el fútbol puede convertirse en un puente hacia la resocialización y la sana convivencia.
Goles que valen más que una victoria
El Pabellón 12 mostró orden y garra, dominando el encuentro desde el pitazo inicial. Con un juego rápido y toques de calidad, se impusieron en una final que dejó a los presentes con la boca abierta. El marcador cerró 2-0, pero lo que realmente brilló fue la muestra de compromiso dentro de la cancha: respeto entre rivales, trabajo en equipo y un ambiente cargado de emociones.
Los organizadores resaltaron que la iniciativa busca algo más que un trofeo: se trata de sembrar valores de compañerismo, responsabilidad y confianza en un espacio donde muchas veces lo que sobra es la tensión.
“Unidos por la Paz” se convirtió en un respiro, una válvula de escape y, sobre todo, un recordatorio de que el deporte puede ser la llave para abrir nuevas oportunidades de vida.
Más allá del fútbol
La competencia no solo permitió que los internos se pusieran los tacos y se midieran en el campo. También fue una apuesta por la salud física y mental, mostrando que mantenerse activos ayuda a reducir conflictos y fortalece la convivencia.
El subdirector de la DGSP destacó que actividades como esta son vitales para los programas de resocialización: “A través del deporte vemos disciplina, esfuerzo y la capacidad de trabajar en equipo. Todo eso contribuye a una transformación real dentro del sistema penitenciario”.
El pitazo final
El título del Pabellón 12 quedará en la memoria de quienes vivieron esta final, no solo como un triunfo deportivo, sino como un símbolo de esperanza. Detrás de cada gol y cada aplauso, hubo un mensaje claro: la cancha también puede ser un espacio para aprender, crecer y demostrar que la paz se construye jugando limpio.


