En Panamá, la ansiedad laboral se ha convertido en un enemigo silencioso que golpea con fuerza a miles de trabajadores. Esta realidad, que muchos viven a diario, no solo afecta la mente de los empleados, sino que también repercute en el desempeño de las empresas.

Las largas jornadas, las presiones para cumplir plazos imposibles, los conflictos en el ambiente laboral y la constante incertidumbre sobre el futuro profesional están haciendo mella en la salud mental.
Entre las principales causas destaca la sobrecarga laboral, que empuja a los trabajadores al límite de sus capacidades.

Además, la inseguridad sobre la estabilidad del empleo, potenciada por cambios económicos y reestructuraciones, añade una dosis extra de estrés. Un ambiente de trabajo tóxico, donde los conflictos y la falta de liderazgo son moneda corriente, también contribuye al deterioro emocional.
Las consecuencias son palpables:
Las bajas por enfermedad, productividad en picada y, en muchos casos, renuncias que dejan vacíos difíciles de llenar. Los expertos advierten que la ansiedad laboral no debe subestimarse, ya que puede derivar en trastornos graves como depresión y agotamiento extremo.

Frente a esta realidad, algunas empresas están comenzando a tomar cartas en el asunto. Se promueven espacios saludables, programas de apoyo emocional y se fomenta el establecimiento de límites para evitar que el trabajo se convierta en una pesadilla interminable. Además, se alienta a los empleados a practicar técnicas de relajación y a buscar ayuda profesional si es necesario.
Es hora de abrir los ojos:
La ansiedad laboral no solo afecta a quien la padece, sino que puede arrastrar a toda la empresa hacia un escenario crítico. Panamá necesita un cambio urgente en la forma de enfrentar este problema para garantizar un entorno de trabajo sano, productivo y sostenible.