La crisis de salud mental no siempre se manifiesta con gritos o lágrimas.
Muchas veces está disfrazada de éxito, de autos nuevos, de redes sociales llenas de filtros y de sonrisas que no reflejan paz. Vivimos en una sociedad atrapada en su propio espejo, donde lo importante no es quién eres, sino cómo te ves. Y esa obsesión por la imagen ha creado un monstruo invisible: el egoísmo colectivo.
Expertos en salud mental coinciden en que esta actitud egocéntrica ha empujado a muchas personas a un aislamiento emocional profundo.

Se habla mucho de metas personales, de sueños individuales, pero poco de comunidad, de entrega, de ayudar al que está al lado. La falta de empatía y humildad no solo rompe relaciones, también deteriora el bienestar emocional de toda una sociedad.
El problema es cultural:
Se nos enseña desde pequeños a destacar, a sobresalir, a competir. Pero muy poco se nos enseña a cooperar, a servir, a sacrificar. Y lo peor: en ese afán por ser “alguien”, dejamos de ser humanos.
Cambios que impactan nuestra entorno:
Aprender a escuchar sin juzgar, ayudar sin esperar nada, y entender que no estamos aquí para ser el centro del universo, sino parte de un engranaje donde cada acción positiva cuenta.
Solo cuando entendamos que servir a otros no es debilidad, sino fortaleza emocional, podremos empezar a sanar de verdad.