Le confieso, amigo lector, que comienzo a escribir esta columna todavía impresionado por la extraordinaria experiencia de haber participado la mañana del jueves del acto de bienvenida al papa Francisco que ofreció el gobierno de Panamá.
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Por supuesto que una de las razones de semejante emoción fue la posibilidad de saludar al Papa. Ya había disfrutado de ese honor en dos ocasiones, ambas en Roma en 2014 y 2016. ¿Qué tuvo esta de particular?.
En primer lugar, esta fue aquí en nuestra casa. Ver al Papa en estos días transitando por nuestras calles, por los lugares que nos son cotidianos, regalándonos siempre su carisma, su sensibilidad y su nobleza, es una experiencia inolvidable para todos.
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En segundo lugar, el ambiente en el Palacio Bolívar era extraordinario.
Estábamos reunidos miembros de los tres poderes del Estado, de la sociedad civil, diplomáticos y también los líderes religiosos sentados en un lugar de honor. En lo personal, escuchar al Papa sentado junto a mis hermanos del Comité Interreligioso también le dio un aura de trascendencia a toda la experiencia.
Y, finalmente, el mensaje. Si tuviera que escoger un concepto, me quedo con la idea de Panamá como 'hub' de la esperanza. Qué expresión tan maravillosa.
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Acostumbrados a describir a Panamá como 'hub' (en español es 'conector', pero creo que tiene mucha más fuerza en inglés) de tantas cosas, el Papa nos invita a que sea este un lugar de encuentro de sueños. Y si bien se refería a estos días de la JMJ, yo quisiera que asumamos el reto de prolongarlo y, parafraseándolo, reavivemos nuestro deseo y nuestro compromiso por crear una sociedad y un mundo más humano.
Rabino Gustavo Kraselnik
Mi Diario



