Bastaron 14 puñaladas para terminar con la vida de monseñor Jorge Altafulla Muñoz, de 65 años, quien quedó tendido sobre el piso de una habitación de la casa cural de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, ubicada en calle 50. Este extraño hecho ocurrió hace 13 años.
Fue un domingo (día del Señor), el 19 de mayo de 2002, cuando se prestó el momento específico sobre las 5:00 p.m., cuando la iglesia estaba vacía, para que Marco Manjarrez Davis, de 33 años de edad, exseminarista del Seminario Mayor San José, se introdujera en la habitación del cura con la intención de hablarle, pero la ira consumió a Manajarrez y todo acabó en un forcejeo con el sacerdote, al que luego le propinó múltiples puñaladas.
Una vez perpetrado el crimen, el exseminarista salió de la iglesia sin percatarse de que el agente de seguridad vio cuando llegó al lugar, por lo que se convirtió en uno de los primeros sospechosos.
Enseguida el homicida salió de la iglesia, botó el cuchillo sin cacha al río Matasnillo y quemó la ropa en un lote baldío en el sector de Chanis. Manajarrez estaba turbado e intentó esconder todas las evidencias.
En la escena del crimen hallaron una mascarilla que se presume sería utilizada con la intención de asfixiar al religioso.
Para encontrar el cuchillo, buzos se lanzaron al río exactamente donde Manjarrez dijo que lanzó el cuchillo, pero nunca pudo ser ubicado.
Mientras, en el piso donde yacía Altafulla sin vida, la Policía encontró escrito en letras rojas:
'Sucio, no toques a mis pelaos'. De acuerdo con los investigadores, se trató de confundir el hecho.
Días antes de ese domingo 19 de mayo, Manjarrez acudió a la iglesia durante varios días para intentar hablar con el padre, pero según sus declaraciones fue ignorado por Altafulla y este hasta lo echó.
Al parecer el resentimiento de Manjarrez era desde hace años, cuando en 1996 fue expulsado del Seminario Mayor San José por conducta impropia por parte de Altafulla.
Desde niño Marco Manjarrez quiso ser cura.
La necropsia practicada al padre determinó que la causa de la muerte fue la herida punzocortante en el tórax.
Análisis criminológicos enmarcan a Manjarrez como un individuo nervioso y desconfiado, quien tenía problemas por las burlas por el color de su piel y que la ausencia de su padre en la niñez le produjo tensión. Al ser expulsado del Seminario, sufrió una crisis depresiva y tuvo que recibir tratamiento siquiátrico. Tomaba medicamentos.
En su confesión expresó que Altafulla era racista y que ese día el sacerdote se le abalanzó y forcejaron, que también lo cortó y que a raíz de eso le dio fuertes golpes en la cara al padre para quitarle el cuchillo y perdió el control de la situación.
La Iglesia católica evitó hacer pronunciamientos al respecto, solo manifestó que perdonaban a Manjarrez por el crimen cometido.
Un jurado de conciencia determinó su culpabilidad y el 5 de junio de 2004 el Segundo Tribunal de Justicia condenó a 20 años de prisión a Manjarrez y lo inhabilitó para el ejercicio de funciones públicas por dos años como autor del homicidio agravado con premeditación.
Manjarrez culminó en el sistema penitenciario su carrera de abogado. Ha intentado suicidarse en dos ocasiones: El 7 de junio del 2002 intentó ahorcarse con una sábana y el 14 de junio del mismo año, tras ingerir 23 tabletas de trifluoperazina (medicamentos para personas maniacodepresivas).
Debido a esas acciones fue sometido a una tomografía axial cerebral y en una entrevista con un psiquiatra del Hospital Santo Tomás, en ese momento señaló:
'No me explico cómo lo maté, no me siento culpable de lo que hice, me siento aliviado'.
Durante la paga de su condena, también fue abusado.
Actualmente goza de libertad vigilada.
Vía: Carolina Sánchez P. / MI DIARIO