Es una pregunta que se hace con angustia y esperanza, generalmente quien acaba de a travesar la dolorosa experiencia de perder un ser amado. Y la respuesta es demasiado profunda y complicada, al menos para mí, como para expresarla en ese momento en el que lo que se requiere son palabras de empatía y contención.
Pero la pregunta es legítima y su respuesta demanda, esbozar algunas ideas que nos inviten a la reflexión. Es que la inquietud sobre lo que nos pasa al morir es tan antigua como la experiencia humana. De hecho, una de las principales particularidades de nuestra especie – si no la más particular – es sabernos mortales. Somos conscientes que nuestra vida, esta que tenemos, tiene un final.
En la tradición judía, el mundo bíblico plantea la existencia del Sheol, una suerte de depósito subterráneo donde yacen las almas de los muertos (buenos y malos todos juntos). Recién en el período rabínico se desarrolla la idea del “Olam Habá”, el Mundo Venidero en donde los justos recibirán su recompensa y los malvados serán castigados.
Otra idea significativa que aparece en esta época es la de la resurrección, que plantea que tras la llegada de la época mesiánica todos los muertos retornarán a la vida, ya sea literalmente o en sentido figurado. En la edad media, entre los grupos místicos cobró fuerza la idea de la reencarnación de las almas.
Es evidente que estamos en un campo absolutamente especulativo, como se dice habitualmente, “Nadie regresó para contarnos de que se trata”. Quizás por eso yo me encuentro entre los escépticos o al menos entre aquellos que simplemente reconocen que como no podemos saber nada, no hay mucho por lo que preocuparse.
“El alma retorna al Creador”, dicen nuestros textos sagrados. Sin duda es una frase profunda y encierra un concepto inspirador, sin embargo, al intentar definir con claridad qué significa, me encuentro sin poder articular las palabras apropiadamente y entonces prefiero el silencio…
Intuyo que la pregunta sobre la vida después de la muerte tiene mucho que ver con reconocer que nuestro paso por este mundo debe tener un significado, necesitamos creer que somos más que una serie de átomos unidos al azar.
Por eso la tradición judía pone mucho énfasis en esta vida, en nuestra responsabilidad hacia nuestros semejantes, y en cómo podemos impactar positivamente a los que nos rodean. Somos criaturas divinas y esta afirmación teológica dice mucho sobre lo que se espera de cada uno de nosotros y el sentido que le damos a nuestro accionar.
¿Quiere decir todo esto que no creo en la vida después de la muerte?
Estoy convencido que aún después de muertos, seguimos vivos en nuestros descendientes, en el amor y en el recuerdo de nuestros seres queridos, en el legado que dejamos y en las obras que dan testimonio de quiénes fuimos.
En ese sentido, la inmortalidad se nos presenta como la posibilidad de proyectar nuestro accionar de manera positiva e inspiradora más allá del tiempo de nuestra limitada vida.
Que tu vida sea merecedora de inmortalidad. De eso se trata.
VEA ADEMÁS: Blog. La Tora, el libro sagrado de la tradición judía