Los sonidos que producen el estómago y el intestino cuando se contraen indican que el estómago está vacío. Es el ruido que emanaba de las barriguitas de los hijos de una mujer en San Miguelito que solo atinaba a arrullarlos para que se durmieran y olvidaran el hambre.
¡Bendita pandemia! No solo ha afectado la salud, sino también ha agravado lo económico. Hay poca plata, mucho desempleo y para algunos, comer no es tan sencillo.
Hasta las mujeres que alquilan su cuerpo por dinero se las han visto dura estos meses. Los moteles, prostíbulos y casas de cita han anunciado que están listos para su reapertura este 12 de octubre, con las medidas de bioseguridad exigidas por el Ministerio de Salud. Mientras, algunas trabajadoras sexuales analizan si seguir en esa vida.
En el Centro de Orientación San Juan Pablo II, de la Arquidiócesis de Panamá, en Calidonia, se ve de todo. Su director, Ariel López asegura que ayudan a travestis, trabajadoras sexuales, drogodependientes; hombres y mujeres de la calle, y no pueden taparse los oídos ante gritos de auxilio de una madre que no tiene qué darle de comer a sus hijos. Allí, en este centro, sí que los panes se multiplican.
¿Es muy marcado el aumento de personas que han recurrido a este centro con hambre en esta pandemia?
“La providencia en esta pandemia ha sido grande. Yo decía en un principio, vamos a dar alimentos hasta que se nos agoten y cerramos el centro. Fue un pensamiento, pero no ha sido así. Al contrario, comenzamos a recibir más donaciones. El hambre ha afectado mucho, mucho”.
¿Cómo es eso que una mujer dormía a sus hijos para que olvidaran el hambre?
“Una experiencia impresionante. Una señora nos contó que sus niños solo desayunaban nada más algo. Y en la tarde ella lo que hacía era que les cantaba para que se quedaran dormidos, era su técnica para que a los niños se les olvidara el hambre, era cantarles. Y al día siguiente volver a la rutina, con harina frita para que los niños comieran algo. Llegó aquí y le hemos seguido dando el apoyo con las bolsas de comida. Las personas salen contentas. Dicen, oye, una buena bolsa, algunos dicen que hasta mejor que las que da el Gobierno, je, je, je. Eso es gracias a la ayuda, la solidaridad de muchas personas ha sido muy grande”.
En Panamá, de acuerdo al Gobierno Nacional, aproximadamente más de un millón 350 mil familias mantienen sus ingresos afectados por la pandemia, sujetas al alivio de bonos solidarios y bolsas de comida que dona el Estado.
“Son una cantidad grande de personas que vienen a buscar comida. Inclusive a través de las redes sociales nos escriben diariamente no tengo comida, no nos ha llegado el bono, ayúdenos aunque sea con algo. Nos mandan fotos de los niños”, explica López.
¿Aunque algunos le han retirado la ayuda, por fortuna aún hay gente solidaria?
“Nos escriben aparte para decirnos, aquí les envío este dinero, también para felicitarnos, porque no ponemos rostros de los niños, ni de los hombres y mujeres de las calles. Se motivan a ayudarnos. Ojalá podamos seguir ayudando a más personas, lamentablemente a veces tenemos que decir, hoy le ayudamos, pero no podemos seguir, porque se nos complica. Cuando tenemos hacemos incluso hasta actividades como la paila comunitaria para compartir un alimento caliente”.
¿El hambre también ha afectado a las trabajadoras sexuales?
“La paralización de las actividades también las afectó. Vienen aquí por comida. Ya no damos ayuda de bolsas de comida una vez cada quince días a las mujeres de la calle, sino semanalmente”.
¿Es cierto que hay trabajadoras sexuales que ya han dejado el oficio?
“Sí, las ayudamos desde mucho antes de la pandemia para que salgan de las calles. Ha habido mujeres que se dedicaban al trabajo sexual, al alquiler de sus cuerpos, que hoy en día están en sus casas, tienen una pareja, ya no salen a las calles, están tranquilas, encontraron un empleo. Nuevamente se dio ahora la complicación por la pandemia, pero permanecen en sus casas. También nos ha tocado ayudar a la población trans, en sus exámenes, medicamentos, los privados de libertad, a pesar de que no podemos entrar a las cárceles por las restricciones nosotros enviamos semanalmente mascarillas, jabones, material de aseo”.
¿Entonces, tienen testimonios de éxito con terapia y ayuda del centro?
“Sí. Personas que vivían en las calles y han transformado sus vidas. Incluso, personas que nos cocinan son exprivadas de libertad, muchas también salieron de las cárceles y han podido conseguir empleo gracias a alianzas con otras fundaciones”.
¿La anécdota que más le ha impactado?
“El año pasado terminamos con una estadística de siete niños salvados del aborto, mujeres que estaban embarazadas que querían abortar y nosotros nos comprometimos en hacernos cargo de su embarazo, de sus exámenes durante esos nueve meses, y en caso tal que no quisieran al bebé que nos lo regalaran a nosotros, sabiendo que cuando tuvieran en sus manos el bebé iba a cambiarles la mentalidad. Así es que son siete niños sanos, ya entre dos años a ocho meses, salvados de una mala decisión de sus madres”.
¿Cuando vieron a sus bebés se arrepintieron?
“Sí, ya no querían regalarlos. Es una técnica. También nos ayudó mucho el hacerle los ultrasonidos, las llevamos a las clínicas, los ultrasonidos muy costosos, pero lo pagábamos y una vez ellas veían la foto, inmediatamente se les quitaban esas ganas. Cuando diseñamos el logo de nuestro centro, nunca pensamos que cuando le dijimos al diseñador que pusiera un bebé en el vientre de la madre nos iba a llevar a esa posibilidad de salvar niños del aborto. En este 2020 hemos ayudado ya a dos mujeres para que no abortaran a sus hijos y les seguimos ayudando en el proceso de crecimiento de los niños”.
TESTIMONIO
En cuanto a rehabilitación en este centro emplean una terapia diferente, combinando la fe y la ciencia. Contactamos a un recuperado del centro que da su aporte en la pandemia y que nos compartió su testimonio.
Sergio Bonilla, es recuperado del alcohol, luego de perderlo todo.
“Mi experiencia en mi caso era el alcohol. Yo era un tomador, pero de fin de semana. Empecé tomando cerveza y esas cosas, desde los 18 años; después fui tomando más fuerte. Seguí tomando y tomando. En mi vida hubo mucho choque, problemas familiares, problemas en el trabajo”.
¿Dónde trabajaba?
“En el Arzobispado de Panamá. Se me juntó lo de la JMJ, hubo mucha presión y eso como que me descompensó. Porque era un tomador, pero de fin de semana. Cuando tomaba trago me sentía más relajado y le fui cogiendo el gusto a ese relajamiento del licor que no me daba cuenta que me estaba perdiendo. Mi rendimiento laboral fue disminuyendo, no daba un 100%, llegué a ser un 40% del Sergio que era antes. Se me sentía el aliento a alcohol. Mi jefe inmediato, todo el mundo preocupado, me decían, Sergio, estás tomando; qué te pasa. Y yo decía que ese era mi problema”.
¿Sabía que estaba enfermo?
“No sabía que esa era una enfermedad hasta que llegué al Centro Juan Pablo II que me enteré, pensaba que era algo común, que uno podía tomar, tomar y tomar. Incluso llegué a perder a mi familia, mi hija. Mi exesposa (porque me divorcié y todo) me lo puso así, o te acomodas o te vas. Y yo preferí irme para seguir tomando. Me fui de la casa. Tomaba a toda hora. Sin mentirle que iba a trabajar con la pacha en el bolsillo y en lo que estaba haciendo, tomaba”.
¿Qué era la Topo Gigio?
“El alcoholismo es una enfermedad tan mala, que si uno no consume un poquito empieza la tembladera y eso se me notaba. Tenía que tomarme un trago, nosotros le decimos una Topo Gigio, y ya quedaba relajado y se me quitaba la tembladera”.
¿Qué lo hizo cambiar?
“Perdí mi trabajo. Me dieron muchas oportunidades hasta que perdí mi trabajo. Eso me hizo reaccionar. Jamás he culpado al Arzobispado de Panamá de tomar una decisión así. Yo mismo me boté. El padre habló conmigo y me dijo, si tú vas y te rehabilitas, te encarrilas como el Sergio que tú eras antes, nosotros te reincorporamos en tu trabajo. Entonces le puse más énfasis a las terapias, no consumía, pero cuando estás empezando a dejar eso es una agonía muy fea, da una picazón en el cuerpo, malhumor, una ansiedad, insomnio, no podía dormir, pero puse de mi parte, con la ayuda del señor Ariel y el programa me fue ayudando, veía lo que pasaba con los alcohólicos, estaba viendo por dónde iba a ir, a dónde iba a caer, no quería quedarme durmiendo en la calle, tirado por ahí, pidiendo ropa prestada, todo esto influyó bastante en mí”.
¿Y se recuperó?
“No fue fácil. No es que dizque ya no tomé más y ya. Una agonía muy fea, muy fuerte, desesperación, ansiedad, cómo sudas, de todo le da a uno, hasta dolor en los huesos, tembladera, porque la misma ansiedad te va pidiendo el guaro, pero supe controlar eso. También lo que me ayudó fue que me aislé bastante. Me alejé como lo llamamos aquí, de PELUCO, personas, lugares y cosas. Evité visitar amigos, familiares, porque entonces viene el relajo de tomar un traguito. Lo que hice fue seguir el programa aquí de solo por hoy. Eso me ayudó bastante, hasta que ya mi semblante cambió, recuperé mi trabajo, mi familia. El problema que uno vuelve a recaer es que pierde el contacto (con las terapias). Si pierde el contacto está listo. Yo he seguido viniendo al centro”.
¿Cuánto tiempo lleva sobrio?
“Voy para tres años. Sin consumir ni una gota de alcohol, nada, de nada. La persona que nunca perdió la confianza en mí, nunca me desamparó, nunca dejó de ayudarme fue monseñor Ulloa. Así como él se preocupaba, le dolía. Yo le hacía trabajos a la mamá, ella me decía, ‘ay, Sergio, José está muy triste’; eso me caló y me ayudó a cambiar y ahora monseñor Ulloa me ve bien y me dice, Sergio, gracias a Dios”.
¿Recomendación?
“Como dijiste que sí vas a tomar, también puedes decir que no. Igual, tiene el mismo peso. Si yo pude, por qué no pueden hacerlo. Sí se puede. He cambiado”.
Sergio ahora tiene jornada reducida en su trabajo y es uno de los que colabora en el centro Juan Pablo II. Prefiere mantenerse allí, en su tiempo libre, ayudando a repartir comida caliente a esas personas que llegan agobiadas por el hambre.
¿Los interesados en ayudar, cómo pueden hacer?
“Aunque somos un centro católico, atendemos sin distingos de religiones. Los que desean ayudarnos se pueden comunicar con nosotros al 225-9571. Pueden donar ropa, comida, lo que deseen. Si es una donación económica es directamente a la cuenta corriente del Banco General, 03 7901 11 54 29 8, a nombre del Centro de Atención San Juan Pablo II. O también pueden visitar este centro en Calidonia”, dijo Ariel López, quien se ha recuperado, venció la covid-19, al igual que sus colaboradores, enfocados en dar su cuota de sacrificio en medio de esta pandemia que a su paso ha dejado enfermos, muertos y hambre.
En un período de cinco meses, desde que llegó la Covid-19, el gobierno con su Plan Panamá Solidario informó que ha llevado ayudas de alivio social a más 1.5 millones de personas, ha entregado más de 2 millones 479 mil 208 de bolsas de comida, además de 1 millón 510 mil 696 de bonos físicos, durante los ciclos periódicos de entrega; y 2 millones 70 mil 473 cargas y recargas de vales digitales.
Aún así, hay quienes se lamentan de no haber recibido la ayuda, las quejas están siendo canalizadas a través de la línea 140 y por la Comisión de Justicia y Paz.