Tras el fallecimiento de la reina Isabel II, Carlos III heredó no solo una considerable fortuna, sino también derechos simbólicos sobre la fauna marina británica, incluyendo la propiedad de todos los delfines en aguas del Reino Unido. Este derecho, que se remonta al siglo XIV bajo el reinado de Eduardo II, establece que ciertos animales marinos, conocidos como “peces reales”, pertenecen al monarca. Aunque este derecho raramente se ejerce, simboliza la autoridad del rey sobre los mares y su papel como protector de la fauna marina.
Además de los delfines, Carlos III heredó aproximadamente 32 mil cisnes en aguas británicas, un legado que también incluye la supervisión del evento anual “Swan Upping”, donde se realiza un censo de estos aves. Este evento, que data del siglo XII, refuerza la conexión entre la monarquía y la conservación de la fauna.
La existencia de estos derechos subraya la continuidad de las tradiciones monárquicas y su compromiso con la protección de especies marinas, reflejando un legado que ahora corresponde a Carlos III como nuevo soberano.