El drama sindical panameño cruzó fronteras. El Gobierno de Nicaragua concedió asilo político a Erasmo Cerrud, secretario de Defensa del poderoso sindicato Suntracs, quien es requerido en Panamá por las autoridades judiciales en una investigación por presunta estafa y blanqueo de capitales.
Sí, así como lo lee: mientras aquí lo buscan con orden de captura en mano y una recompensa de B/. 10,000 sobre la mesa, en Managua lo recibieron con los brazos abiertos y le garantizaron su “salida segura” y “traslado humanitario”.
El caso de Cerrud se suma a una creciente lista de dirigentes del Suntracs que han terminado envueltos en líos judiciales. El pasado 21 de mayo, Saúl Méndez, uno de los rostros más conocidos del gremio, se refugió en la embajada de Bolivia, donde aún espera una decisión sobre su solicitud de asilo.
La situación de Suntracs parece complicarse por momentos. Mientras algunos dirigentes se refugian, otros como Genaro López y Jaime Caballero están detenidos preventivamente. A ellos se suma Francisco Smith, figura del movimiento bananero, capturado el domingo pasado por su rol en bloqueos registrados en la frontera con Costa Rica.
Todo esto ocurre en medio de un clima social caldeado. Las protestas contra la reapertura de la mina Cobre Panamá, los reclamos por el sistema de pensiones y el polémico acuerdo militar con Estados Unidos han encendido las calles. El gobierno no ha dudado en etiquetar al Suntracs como una organización con “comportamiento mafioso”.
Y por si fuera poco, la embajada de Nicaragua en Panamá ya era conocida por dar refugio a personajes calientes: fue el escondite del expresidente Ricardo Martinelli por más de un año antes de su huida a Colombia.