Un proyectil disparado por un tanque israelí impactó este jueves la Iglesia de la Sagrada Familia, en el corazón de Ciudad de Gaza, causando la muerte de al menos tres personas y dejando nueve heridos, entre ellos el sacerdote argentino Gabriel Romanelli, quien sufrió lesiones leves.
La iglesia, uno de los pocos espacios de refugio que aún permanecen en pie en la Franja de Gaza tras semanas de intensos bombardeos, albergaba en ese momento a más de 500 personas desplazadas por el conflicto. El impacto destruyó parte de la estructura y provocó una escena de caos y desesperación, según relataron testigos y organizaciones humanitarias presentes en el lugar.
La noticia del ataque desató una ola de condenas a nivel internacional. El papa León XIV emitió un llamado urgente a un “cese inmediato del fuego”, subrayando la necesidad de proteger a los civiles y respetar los lugares de culto. “Atacar un santuario en el que se resguardan inocentes es inaceptable desde toda perspectiva moral y humanitaria”, señaló el pontífice desde el Vaticano.
El gobierno de Israel, por su parte, afirmó que no tiene como objetivo los espacios religiosos y anunció la apertura de una investigación para esclarecer lo ocurrido. “Estamos comprometidos con el respeto a los lugares de culto y a las leyes internacionales”, indicó un portavoz militar, sin brindar mayores detalles sobre las circunstancias del disparo.
Las imágenes difundidas por medios y ONG muestran escombros, bancos destrozados y personas heridas siendo evacuadas por voluntarios. “Esto no fue un daño colateral, fue un golpe directo a uno de los pocos refugios seguros que quedaban”, denunció un representante de Médicos del Mundo.
El ataque a la Iglesia de la Sagrada Familia eleva la tensión en una región ya marcada por la tragedia humanitaria, y refuerza los llamados de la comunidad internacional para una desescalada urgente del conflicto. Mientras tanto, cientos de familias siguen buscando resguardo en medio de un territorio cada vez más devastado.



