En un Ramón Sánchez Pizjuán semivacío y agitado por las protestas de sus propios aficionados, el Real Madrid hizo lo justo para llevarse los tres puntos ante un Sevilla que parece haber tirado la toalla antes de que finalice la temporada. Kylian Mbappé, en su ya tradicional modo decisivo, marcó el tanto que abrió el marcador y sigue en la pelea por la Bota de Oro, premio al máximo artillero de Europa.
El encuentro comenzó con un Sevilla ya herido. Apenas iniciado el partido, el central Loïc Badé fue expulsado tras frenar en seco a Mbappé en una carrera al espacio. Fue la primera imagen de una noche negra para los de Caparrós, que debieron reestructurarse en inferioridad numérica mientras media grada seguía vacía en protesta contra la directiva.
Pese a la desventaja, el conjunto hispalense aguantó durante la primera parte, gracias al orden defensivo y el esfuerzo colectivo, destacando un activo Suso. Sin embargo, el Madrid tampoco impuso el vértigo que se esperaba ante un rival con uno menos. Modric mostró su clase, Arda dejó destellos, y Mbappé falló una oportunidad clara antes del descanso tras una gran asistencia del croata.
Con la entrada del público tras el entretiempo también llegó el segundo mazazo para el Sevilla: Isaac Romero, recién ingresado, fue expulsado por una dura entrada sobre Tchouaméni. El VAR corrigió la amarilla inicial y dejó al equipo local con nueve hombres.
Con dos hombres más, el Real Madrid se limitó a controlar el partido sin acelerar el paso, mientras el Sevilla solo podía resistir. El pitazo final confirmó una nueva derrota para los andaluces y una victoria sin alardes para los blancos, en una noche que retrató la crisis nerviosa del club sevillano: dividido, frustrado y urgido de reinvención.