En un reciente comunicado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) encendió las alarmas sobre la mala alimentación y su relación con enfermedades como la diabetes, los infartos y el deterioro cognitivo.
En medio de tantas recomendaciones, hay una planta que sobresale por sus múltiples beneficios: el anís.
Aunque muchos lo recuerdan como un aroma de la infancia o como el toque secreto de un licor casero, el anís, científicamente llamado Pimpinella anisum, es una bomba natural de salud. Originario de Asia y cultivado hoy en todo el mundo, este grano diminuto de sabor dulce y fuerte contiene propiedades que alivian desde cólicos hasta migrañas.

Su uso no es nuevo.
En la medicina tradicional, el anís ha sido recetado para tratar problemas digestivos, estimular la leche materna en mujeres lactantes y hasta combatir el reumatismo. Sus compuestos antiespasmódicos lo convierten en un aliado confiable cuando los gases y los dolores abdominales no dan tregua.
Una de las formas más efectivas de aprovecharlo es preparando una infusión. Solo necesitas hervir una cucharadita de semillas de anís en agua, dejar reposar y beber hasta tres veces al día. Además de calmar el estómago, ayuda a la concentración y alivia dolores de cabeza, según especialistas.
El anís también se ha ganado un lugar en la cocina moderna.
Sus semillas pueden ser añadidas a postres, panes, guisos e incluso cócteles, aportando un aroma y sabor únicos que además traen beneficios medicinales.
Así que ya sabes: la próxima vez que el cuerpo te pida ayuda natural, busca en la alacena ese botecito olvidado de anís. Podrías estar más cerca del alivio de lo que crees.