Es difícil explicar el vínculo profundo casi místico que une a un judío con Israel. Una conexión de afecto y pertenencia nos liga a los judíos del mundo con el estado de Israel, incluso a los que no somos sus ciudadanos.
Somos privilegiados al ser testigos de este milagro contemporáneo. Dos mil años de plegarias e ilusiones se hicieron realidad en aquel momento histórico, el 14 de mayo de 1948 cuando se proclamó su independencia. Esta semana se cumplieron 75 años en el calendario hebreo.
El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó - con el voto a favor de Panamá -, el plan de partición de Palestina que establecía la creación de dos estados, uno árabe y otro judío en lo que quedaba del mandato británico (Transjordania se había creado en 1922 aunque recién se independizaría en 1946).
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Menos de seis meses después y ante la inminente la salida de las tropas británicas, los judíos declararon la independencia de su estado y lo denominaron Israel. En una sencilla ceremonia llevada a cabo en el museo de Arte en Tel Aviv (Jerusalem, la capital del nuevo estado estaba cercada por las tropas árabes) David Ben Gurion, primer ministro de la flamante nación leyó el acta de la Independencia que comenzaba diciendo:
La tierra de Israel ha sido la cuna del pueblo judío. Aquí se ha forjado su personalidad espiritual, religiosa y nacional. Aquí ha vivido como pueblo libre y soberano; aquí ha creado una cultura con valores nacionales y universales.
Con esas palabras de apertura quedaba expresado el vínculo histórico entre el pueblo judío y su tierra ancestral que se manifestaba a lo largo de los siglos. El Movimiento Sionista, formalizado a finales del siglo XIX llevaba más de 50 años bregando por hacer realidad el establecimiento de un Hogar Nacional para el pueblo judío en la tierra de Israel.
Por esa razón, en la ceremonia de independencia, la imagen de Teodoro Herzl, quien fuera el fundador del Movimiento Sionista, entre dos banderas blancas con franjas azules y la estrella de David en el centro, dominaba la escena.
Para todo el pueblo judío la creación del Estado de Israel fue y es motivo de orgullo y felicidad. Más allá de las dificultades y los desafíos que ha tenido y sigue teniendo como sociedad y con el anhelo de paz con todos sus vecinos aun pendiente, Israel hoy es un país pujante, desarrollado e inclusivo, fiel a su espíritu democrático y a los valores de la tradición judía.
Con un pequeño territorio que es menos de un tercio del de Panamá, y una población de casi 9 millones y medio de habitantes (75% de ellos son judíos) que representa poco más del 0,1% de la población mundial, sus indicadores económicos y sociales son muy positivos y sus logros son asombrosos.
“Si lo queréis no será una leyenda” proclamó Teodoro Herzl en el primer Congreso Sionista, en Suiza en 1897, haciendo referencia a la aspiración de un estado judío. 51 años después nacía el estado de Israel. Desde entonces, tal como decía una camiseta que me compré en mi primer viaje a mediados de los 80´s, “Israel is real”.
Nos sumamos a la celebración por sus primeros 75 años de vida y hacemos votos para que continúe por este camino de crecimiento y bienestar para sus habitantes y que pronto la paz con todos sus vecinos sea una realidad.